domingo, 29 de septiembre de 2013

Cámara Estenopeica

Como primer ejercicio del módulo Técnica Fotográfica en el Grado de Fotografía Artística, nos proponemos la construcción de una cámara estonpeica.



Una cámara estenopeica (del griego στένω/steno estrecho, ὀπή/ope abertura, agujero) es una cámara fotográfica sin lente, que consiste en:


  • A.- una caja estanca a la luz,
  • B.- con sólo un pequeño orificio por donde entra la luz
  • C.- un material fotosensible.

Hemos adquirido una caja de madera de balsa de bajo coste 3,50 €.  Esta caja debemos hacerla estanca a la luz, por lo que hemos recortado en un trozo madera del mismo material unos listones para hacer de pestañas en el cierre.  También hemos hecho una abertura que dará paso a una pequeña chapa de metal donde irá horadado el estenopo.




Tal que el papel sensible necesita de un tiempo prolongado para captar la luz, hemos embutido en un taco de madera una tuerca de 3/4 para que nos posibilite la utilización de un trípode.  Posteriormente hemos pintado de negro mate la totalidad de la caja con pintura en spray.  Hemos recortado otro pequeño listón de madera que impedirá la entrada de luz por el estenopo.  Este listón se sujetará a la caja mediante una pequeña tuerca.



Tras dejar secar la pintura, comprobamos que las superficies más grandes de la caja aún dejan pasar algo de luz, así que hemos recortado unos rectángulos de ese tamaño de tela de fieltro autoadhesivo y los hemos colocado. Ya no pasa nada de luz.

El papel sensible debe sostenerse dentro de la caja y permanecer inmóvil, para lo que hemos recortado otro panel que servirá de soporte al papel y que sujetamos al fondo de la caja con velcro negro.

Para hacer el estenopo hemos elegido el metal de una lata de refrescos.




Ya tenemos casi terminada la estenopeica, a falta de hacer el estonopo con una aguja calibrada.  En la siguiente imagen se observa la cámara ya colocada en el trípode.


¡Deseando probarla!













lunes, 23 de septiembre de 2013

Pierre Gonnord , el Velázquez de la Fotografía

Hoy, mientras tomábamos café con algunos compañeros de clase, surgió como tema de conversación Pierre Gonnord.  Fotógrafo que conocí allá por 2006 por su exposición en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.  Me impresionó su presentación así como la obra.

Me ha parecido interesante reproducir aquí una entrevista que encontré en http://www.amfa.es/pierre-gonnord-velazquez-de-la-fotografia/


- Nombre.                                                                    
- Pierre Gonnord.
- Fecha y lugar nacimiento.
-  El 28 de junio 1963, en Cholet (Francia).


 - ¿Dónde estudiaste? ¿Llegó a tu vida la fotografía de una forma casual?
-Estudié Economía en París, luego desempeñé distintos cargos en empresas y agencias de comunicación y marketing en España hasta empezar un proyecto personal de fotografía, por el año 1996.
- ¿Tu primer equipo fotográfico?
-  Mi primera cámara fue una vieja Minolta de mi padre, ni me acuerdo del modelo. Yo tenía 14 años. Era como una reliquia que sólo podíamos sacar los domingos con mucho cuidado.
  – ¿Cuál es tu equipo actual?
- Una cámara de medio formato marca Hasselblad modelo 503CX, con un objetivo 80 mnn marca Karl Zeiss. Desde hace 3 años he incorporado a este equipo un respaldo digital de la marca PhaseOne modelo P21+. Tengo que confesar que siempre he ido comprando material de segunda mano. Esto me permite adquirir mejor equipo con el mismo presupuesto.
 - Eres una persona muy viajera, ¿de qué país guardas mejor recuerdo? , explícanos el motivo.
- He viajado bastante por Japón, China, Estados Unidos y Europa, pero el 80% de mi obra está hecha en España y Portugal. La península Ibérica, donde vivo desde hace 24 años, me fascina y me proporciona los encuentros, las historias, los aprendizajes, las temáticas y personas determinantes para mi obra. Es mi proyecto vital.



 - ¿Has pensado hacer un tipo de fotografía distinto al retrato?
- Desde hace 3 años, y a partir del momento en el cual he salido de las ciudades para circular por carretera secundarias,  estoy desarrollando una serie paralela de paisajes que tienen mucho que ver con las personas que voy retratando. Los marcos en los que viven esas personas, esos grupos sociales, los accidentes y la presencia de la naturaleza me interesan porque nos hablan también de los que les habitan. El viaje provoca un clima propicio para desarrollar un discurso entre rostros y espacios, indagar en la posible simbiosis y mimetismo que existe entre los individuos y un marco de vida natural pero, al mismo tiempo, van despertando en mí sentimientos personales e íntimos, ideas y sueños. El retrato y el paisaje son los géneros más antiguos e importantes en la Historia. Sin forzar nada, era lógico que mi mirada se desplazara del rostro humano hacia la naturaleza.
 -¿Qué encuentras en el retrato?
-  El retrato es una fórmula de vida. Busco entender la vida, cuestionarla  y expresarme. Hay una experiencia realmente vivida en el encuentro con la condición humana. Para mí es un acto vital de confianza y amor.  Pienso siempre en imágenes queridas, despiertas ante mis ojos y que nos tendrán que sobrevivir. Es una lucha constante contra el olvido. Soy consciente de que, al mismo tiempo, hay un acto de canibalización del Otro, del “Otro Yo”, de su diferencia y de nuestra parte común de humanidad: la comunión y apropiación de su belleza, dignidad y fuerza que nos asemeja a todos. Retrato -sobre todo por los encuentros que propicia- las experiencias vividas, esa escuela de la vida que permite aprender de los demás, de los que viven más alejados del mainstream, del centro urbano, lejos de mi casa y, sin embargo, son mis contemporáneos. En mis imágenes quiero celebrar la belleza humana, la fuerza moral, el drama de existir y de vivir, absurdo y maravilloso, a veces sin sentido que se acaba de repente y siempre demasiado pronto, pero que lo significa todo. No podemos jamás elegir nuestro destino, sólo remar donde creemos que debemos de ir y, a veces, lo hacemos a contracorriente. El trabajo, mi experiencia vital y fotográfica, me da esa libertad de ir donde quiero ir  y hacia quién, pues así tengo la oportunidad de conocer y de escuchar. Es un trabajo nómada.

Tus fotografías son un catálogo de  diversos personajes que podríamos calificarlos como únicos. ¿Cómo llegas a ellos y cómo consigues que se dejen fotografiar?
Creo que es el fruto del tiempo que dedico, sin ninguna prisa, en acercarme a determinas zonas geográficas, grupos sociales y, sobretodo, a individuos lo que propicia un encuentro previo, un intercambio de intenciones o un cierto entendimiento antes de la decisión de llegar al ritual fotográfico. Necesito, a veces, hacer varios viajes para poder conocer a determinadas personas que me pueden interesar. Pienso, por ejemplo, en las comunidades gitanas del sur del Alentejo, en Portugal. El primer viaje, sin fotografiar a nadie, es ya una fuente de alegrías y aprendizaje muy grande. Aunque mis personajes siempre pertenecen a colectivos o grupos sociales perfectamente definidos e identificables, no quiero que jamás pierdan su esencia individual, su capacidad para representarse a sí mismos. Me interesan, por su fuerza moral, su carisma, su gran sensibilidad. A través de ellos busco también al género humano, universal y atemporal. Busco un frágil equilibrio entre lo psicológico y lo sociológico, entre representatividad y singularidad.
- Tienes curiosidad por los grupos sociales marginados ¿Qué pretendes?     
- Como dije anteriormente la fotografía permite dar visibilidad y es una forma de posicionarse y luchar contra el olvido. He elegido voluntariamente grupos humanos, personas alejadas del centro de nuestras ciudades en una sociedad globalizada, y siempre más urbana, que ha perdido la memoria de lo que ocurre fuera de su círculo. Vivimos en una sociedad con permanentes cambios sociales. Situaciones que desaparecen mientras surgen otras realidades. He elegido hablar y acercarme a personas un poco más olvidadas que otras, más apartadas del sistema: los gitanos andaluces o los cíngaros rumanos; las periferias de París y de Madrid; lossin techo; en Japón los miembros de la yakuza, los monjes y las geishas; después, el mundo rural de Portugal y España; la minería del carbón; luego el gueto judío de Venecia y otros lugares de la laguna veneciana; ahora la famosa Black Belt del sur de los EE.UU. Es mi forma de aprender, de ser consciente, de narrar, es mi forma de trasgredir. Ese es el privilegio que tengo como fotógrafo para cuestionar nuestra época. En todas esas imágenes me importa sobretodo la belleza y la gran humanidad de todos los personajes.

- ¿Por qué utilizas el fondo oscuro en tus fotos?   
- Más que oscuro es un fondo abstracto. He decidido voluntariamente borrar el contexto, no mostrar el entorno. Mi ritual ha variado muy poco desde sus inicios y parece que, a pesar de senderos emprendidos en territorios muy dispares, repito la misma foto una y otra vez: fondo oscuro en un estudio improvisado, generalmente en la casa del modelo, en su lugar de trabajo, en su territorio, con flash o luz natural. Hay casi siempre un único punto de luz. Mis modelos están sentados en silencio, ofrecen el rostro y, a veces, sólo el busto o medio cuerpo. Creo que el retrato es un ritual tan difícil y serio que necesita, sobretodo, intimidad y contemplación. Por ello no me molesto en efectos complicados para poder captar y entregar lo esencial. Casi he olvidado esta parafernalia para obsesionarme  con la búsqueda y presencia del “Otro Yo”, de sus otras realidades. La fotografía es creación, es invención, sueños pero, también, realidad y documento. Hay que ser suficientemente disponible y receptivo para poder captar lo esencial en menos de 5 minutos y 20 disparos.
- ¿Luz natural, flash, frontal, lateral?  ¿Cuál es la fuente de luz adecuada para el retrato? ¿Es una cosa que estudias bastante o te centras directamente en el personaje?
-  Aprovecho la luz que hay en el momento de intimidad. Si es de día y la habitación en la cual estamos tiene la atmósfera adecuada, la aprovecho. Si no, voy equipado de un pequeño flash de 500 W que me permite reconstruir esa luz dorada y cálida que precisa la escena, el encuentro.

- ¿Has pensado retratar a personajes conocidos?        
-  Hasta ahora me interesa lo anónimo para que el público se sienta plenamente identificado con esa Part commune d’humanité que no desprenden los personajes conocidos, que nos traen demasiada información. Recientemente he retratado al diseñador de moda Yohji Yamamoto porque me lo solicitó, porque se identifica con las personas que retrato, con mis personajes, y eso es un tema muy distinto. Por ello acepté. Creo que es un retrato muy bonito que transmite mucho acerca de este gran artista que es Yamamoto.
- Disparo de la cámara y  experiencia,  para ti estas palabras  ¿guardan alguna relación? Como expliqué antes, el disparo, la imagen que quiero captar y crear, es indisociable de la experiencia vital previa, del encuentro. Es un largo proceso que disfruto desde el primer momento en el cual me pongo en ruta hacia un lugar geográfico, hacia las personas que ansío conocer.
  – Se dice que un rostro no dice nada y lo dice todo, ¿qué opinas sobre esto?
-  Un retrato no es nunca el reflejo del alma. La intimidad del “Otro” sólo pertenece al “Otro”. Un rostro, un retrato sólo vincula y reúne las tres intimidades tanto del modelo, del autor como del espectador convirtiéndole en un espejo misterioso, abierto a todas las visiones y sueños posibles. Quisiera hacer reflexionar sobre esta frase de Michel Tournier: “Un rostro no es otra cosa que su propia historia, a través de sus arrugas, sus cicatrices, su usura, su desgaste, la satisfacción o la frustración que refleja. Cuenta su vida, como una piedra su milenario pasado en los accidentes de su superficie.”
- ¿Qué significa para ti el nombre de Konstantina?  
-  Konstantina significa mucho para mí. Es uno de mis retratos más queridos, más íntimos. No pasan semanas sin que contemple su secreto. Es la historia de un encuentro con la hija menor muy querida (su cicatriz en la frente, su belleza fragilizada se debe a un accidente de coche en su niñez) de una familia rumana que conocí en Madrid. Su belleza frágil, su silencio, sus secretos, su orgullo, su juventud…en una ciudad que le es ajena, mientras lavaba los parabrisas de los coches a cambio de alguna limosna, me tocó. Konstantina es un nombre bizantino que también dice mucho acerca de la cultura de procedencia de esta joven. Quise hacer una serie dedicada a los roms de los Balcanes en una época en la que tanto el gobierno de Berlusconi como de Sarkozy ideaban leyes de discriminación e incluso apartheid de las familias zíngaras.
- ¿Tu retrato favorito?
- Quiero a todos mis hijos. Es difícil elegir.
-          ¿Cuál es la fotografía que te gustaría conseguir?
-           La próxima. Hay muchos retos por venir tanto en el campo del retrato como del paisaje. Soy un viejo joven fotógrafo.
-          ¿Ajustes  o retoques?
-          Del negativo a la imagen, del archivo a la copia, no varía mucho mi imagen. Al trabajar con un respaldo digital tengo ahora opciones más delicadas de ajustes. Procuro que los retoques sean sólo para aclarar sombras o reducir la intensidad de luz, cuando me he pasado. Eso sí, decido plenamente el color dominante, el clímax creado en el ambiente de un retrato. Mis colores tienden más bien a verdes, azules y cianes. Últimamente he ido incorporando tonos más cálidos de oros y bronces. No estoy en un universo National Geografic pero son imágenes concebidas para ser atemporales. Tiendo a alejarme de la realidad tras esas pequeñas modificaciones tonales. Los personales están intactos, no lo necesitan. Quiero que vayan bañados por la atmósfera tonal global que les corresponde.
-          ¿Photoshop, Lightroom?
-           Photoshop es, hoy en día, el logiciel de casi todos los fotógrafos. Lo utilizo para conseguir la atmósfera tonal global de la imagen.
-          Últimamente se ha publicado una gran colección de tus  retratos, ¿algún proyecto futuro? Salgo la próxima semana hacia el sur de los EE.UU. para continuar mi serie de retratos y paisajes en homenaje al escritor de William Faulkner muerto hace 50 años, el mismo año de mi nacimiento.
Esta entrevista fué realizada en 24/10/12, en nombre de Amfa por Paco Hidalgo.


jueves, 19 de septiembre de 2013

Cinco fotografías nuestras que consideremos "buenas"

"El invitado"

"El peso del pecado"

"Elena"

"Silent things"

"This is rotten"

Cinco fotografías nuestras que consideremos malas.


La primera se llama "El molinillo".

La segunda se titula "El jarrón"

Ésta "El nido"

"Paisaje"

"Autorretrato en bodegón"


Primer ejercicio de Fotografía Artística.

METÁFORAS



Primer intento.

El púgil en una esquina del cuadrilátero se sentía solo, era incapaz de oír los ánimos de su gordo y pelirrojo asistente, su mente vagaba sin rumbo sometida a los vaivenes del rumor del ansioso público.  La confusión era una densa nebulosa sin cabos a los que asirse, ni la chica pechugona que atravesó el cordaje enseñando el tiempo que restaba, era capaz de atrapar su atención.  El olor acre de la vaselina en sus mejillas lo despertó del sopor.  El momento decisivo se acercaba y su corazón latía desbocado.  El crepitar de la vieja megafonía acalló a una concurrencia expectante y su contrincante apenas sudaba en la esquina opuesta, podía adivinar su superioridad.  Ya no quería ganar, ni siquiera tenía fe en aguantar algún asalto.  Aquel cabrón no dejaba de sonreír.  Le costaba respirar e incluso ese humo enrarecido que intentaba aspirar le habría sabido a libertad en sus circunstancias.  La campana sonó y el denodado esfuerzo por levantarse del banco fue inútil, sus piernas flaquearon y besó la lona, el síncope por anoxia lo liberó.  La decepción del aforo sólo era comparable al desprecio de la mirada de su contrincante mientras levantaba los brazos en señal de victoria.

Segundo intento.

Cuando el juez anunció el knock-out del púgil al final del segundo asalto, en el público arreciaban las protestas.  Su cuerpo inerte recordaba un muñeco de pim-pam-pum sin hilos, desparramado en un teatrillo de marionetas mientras los focos despiadados descubrían los regueros de sangre que escapaban de la comisura de sus labios y sus maltrechas cejas.  Esa imagen grotesca hubiera sido suficiente para saciar la sed de cualquier aficionado.  El aspirante jamás supo medir las consecuencias de sus provocadores envites seducido por la promesa incierta de una bolsa repleta y pasó la rosca.  A pesar de su currículum y su dilatada experiencia nunca pareció un rival suficiente para el campeón que tenía una presencia imponente en el ring:  unos guantes rojos que presagiaban una suerte de igual color y sobre el calzón una enorme leyenda carmesí, “ Another one bites the dust ” sobre fondo blanco.

Tercer intento.

Era su último y decisivo intento, no podía defraudar a su público ni a sus patrocinadores.  Esa banda de mafiosos se lo había dejado muy claro, o ganas o esta noche duermes con los peces en el muelle.  Era un incomprensible cóctel de miedo y agradecimiento.  Miedo a las consecuencias de sus amenazas y agradecimiento por el acercamiento de lo que siempre había anhelado desde niño: la fama.  Para recordarle su incierto destino estaba el “Búho”, un tipo sin escrúpulos, parco en palabras y siempre enfundado en una gabardina con lamparones que acechaba tras el rincón apurando con ansia un habano de pega; se creía un personaje de una de esas películas de cine negro dispuesto a darle “matarile” al menor desliz, y él no estaba dispuesto a regalarle motivos.  La campana sonó y apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de recibir una manta de golpes rápidos y precisos.  El primer asalto fue un infierno en el que no pudo endosar ningún contraataque, sólo su juego de piernas le salvó de morder el polvo.  Ese gong le sonó a música celestial.  Jadeante, de vuelta al rincón el “Búho”, le mostró el brillo nacarado del cuarenta y cinco que escondía bajo la mugrienta gabardina.  El segundo asalto transcurrió más o menos de igual modo, en su cara sentía el fuego de los golpes que caían uno tras otro, pero aún conservaba la ligereza de pies, esa danza maldita que le salvaba la vida por ahora, no sabía por cuánto tiempo.  Pasaron el tercero, el cuarto, el quinto…, se repetía una y otra vez para sí que el mejor de diez asaltos sería él, iba su vida en ello, aunque tuviera que amarrarse a las cuerdas.  El campeón era demoledor, no era ágil, no tenía juego de piernas, pero era constante, jodidamente constante, una y otra vez percutía sus guantes rojos sin que asomara resquicio de cansancio.  Aguantó todo el combate dando más lástima que orgullo a sus seguidores con la vana esperanza de alcanzar el triunfo a los puntos.  El fallo fue implacable e inapelable.  Sólo podía atisbar algo de luz bajo sus hinchados párpados, la suficiente para atisbar entre brumas como el “Búho” con cara de mórbida satisfacción se acercaba el teléfono a la oreja; su final se acercaba.


“Metáforas”.  Relato corto por Antonio Borrego Díaz.
1º Curso de Fotografía Artística.